jueves, 22 de marzo de 2012

REFORMA TRIBUTARIA: SIMPLIFICACIÓN TRIBUTARIA MAS NO RECORTE DE IMPUESTOS


En el mundo el caso de Colombia causa mucha curiosidad: no es claro cómo una economía creciente, que ha recogido en impuestos más allá de lo que tenía presupuestado, con cierta estabilidad jurídica e institucional, está ad portas de hacer una reforma tributaria estructural.
La pregunta es pertinente teniendo en cuenta que sectores como la minería, el turismo y la industria petroquímica han florecido debido a exenciones que buscaban estimular su crecimiento. Sin embargo, es claro que el Estatuto Tributario colombiano es una colcha de retazos que durante los diez últimos años ha sido reformada cinco veces, en todas las ocasiones buscando apagar incendios, lo cual ha generado distorsiones graves en el sistema impositivo.
Y estas distorsiones van en contravía de la competitividad del país: Colombia ocupa el tercer lugar en el ranking latinoamericano de DoingBusiness, un estudio transnacional que compara la facilidad para hacer negocios en cada país del mundo. En el mundial ocupamos el puesto 42 entre 283 países.
Y aunque estas dos posiciones son alentadoras, en cuanto a la facilidad de pagar impuestos Colombia ocupa el puesto 95 a nivel mundial y el 16 entre los países latinoamericanos. Visto así, es claro que el sistema impositivo colombiano está deteniendo la posibilidad de hacer más y mejores negocios.
El gobierno, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y su ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, busca revisar 800 de los 1200 artículos del Estatuto Tributario y en el proceso busca negociar con los empresarios de los sectores afectados por la inminente eliminación de exenciones un impuesto de renta hasta de un 25% (actualmente está en 33%) y cortar en un punto el IVA.
Aunque es el momento propicio para hacer esta reforma, es claro que no será fácil: preparar, reportar y pagar impuestos en Colombia toma un promedio de 193 horas al año, y un negocio recién creado debe pagar en su segundo año un 74.8% de sus utilidades en impuestos, casi el doble del promedio mundial.
Romper los esquemas que originan semejantes incomodidades no requiere sólo de un corte impositivo, sino de una actitud general del gobierno para que a través de su Departamento de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) se simplifiquen los procesos, se eduque al contribuyente y se implementen mejoras tecnológicas reales que faciliten la vida tributaria en un país que, si sigue como va, podría estar viendo las mieles de la prometida “prosperidad democrática” en la siguiente década.
La reforma será bienvenida, pero si sólo busca cortar impuestos e ignora la simplificación de los procedimientos tributarios, el avance será a medias.

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